domingo, 9 de noviembre de 2025

PODER DECIDIR, ES LO DEMOCRÁTICO (Por Javier Sádaba y Joseba Azkarraga)

Quienes trasladamos estas reflexiones somos personas, con historias y trayectorias diferentes, pero con un nexo común: la amistad y respeto mantenido durante décadas y la convicción de que no hay nada más democrático que dar la palabra al Pueblo.

Sobre qué es o no Nación se ha escrito mucho, durante mucho tiempo. Como creemos que hay un retorno a su idea y reivindicación, consideramos que tal vez sea oportuno recordar de qué hablamos cuando nos referimos a la Nación.

Para ello, resulta imprescindible diferenciar Nación de Estado, aunque, con frecuencia, se equiparen estas dos realidades fomentando, así, la confusión.

En la Nación se nace. En el Estado se elige un modo soberano de vivir, frente a otros Estados.

La Nación es un grupo que comparte una cultura. Con una historia común y, la mayor parte de las veces, con una lengua propia. El Estado, por su parte, surge, teóricamente, de la voluntad de unos individuos que se dan unas leyes que a todos obligan. También teóricamente es soberano y, por tanto, protege su territorio con la correspondiente frontera.

Sin embargo, todos sabemos que la realidad no es tan nítida. O que, como escribió Hume, la mayor parte de los Estados han surgido por la fuerza. Y respecto a la voluntad de la gente, somos conscientes también lo débil y manipulable que es la voluntad humana. Y lo de ser soberano, en este mundo globalizado, necesita una nueva definición.

Y el problema fundamental se suscita a la hora de relacionar ambos.

Algunos sostienen que una Nación puede aspirar a tener un Estado. Y que si se encuentra dentro de cualquier Estado, este debe permitirle autodeterminarse y formar un nuevo Estado. Esto tiene sus complejidades y el debate está abierto. No vemos como algo tan natural y que no depende de nosotros pueda crear algo cultural que dependa de nosotros. Es obvio que, de hecho, podría darse una fuerte conexión entre uno y otro. Pero no así de derecho. Además se exalta de tal manera lo nacional que es fácil caer en un nacionalismo que no hace más que mirarse el ombligo. Esto ocurre, sobre todo, en los nacionalismos impositivos de los grandes Estados, que a la vez niegan el derecho a constituirse como Estado o incluso como nación a pueblos que viven dentro de esos grandes Estados, en contra de la voluntad de sus ciudadanos, ciudadanos a los que se les niega el derecho a su libre determinación.

Por ello insistimos en que no todos los nacionalismos son o representan lo mismo. Los hay muy diversos. Desde el nacionalismo defensivo de las nación sin estado que lucha por la supervivencia de su cultura, su lengua y su identidad como pueblo, y que busca constituirse en Estado para no ser asimilada y fagocitada, hasta ese otro nacionalismo con estado, de carácter imperialista e impositivo, que aglutina diversos pueblos y que lucha, de manera más o menos sútil o agresiva, por imponer su concepto de nación e impedir la pluralidad dentro de sus fronteras arbitrarias de nación-estado, atajando cualquier intento, sea por la vía que sea, de secesión (o autodeterminación).

En nuestro caso concreto, como vascos, consideramos que una corriente amplia de ciudadanos ha retomado el pulso político y exige que se respete el deseo nacional o el reconocimiento a la autodeterminación, no como mero enunciado de que Euskadi o Euskal Herria tiene derecho a dicho reconocimiento como tal, sino también a su puesta en práctica, con todas sus consecuencias.

Y lo que nos preocupa profundamente sobre este asunto, es que, una vez más, se esté olvidando la Autodeterminación y en su caso la independencia, en el cajón donde se guardan las cosas para otro momento.

Nuestra preocupación, en suma, es que ensalzando la nación, se silencie la autodeterminación.

La autodeterminación está inserta en la Democracia y es el derecho de un Pueblo a decidir sobre su destino.

Decía recientemente el ministro Oscar López, en una entrevista y relacionado con el derecho de autodeterminación "Me aburren estos debates. Son cosas viejas". Tiene razón. Son cosas antiguas, porque es tan viejo como la propia democracia. El mismo derecho que su partido defendía allá por los años 1977/78, portando una pancarta que decía "POR LA AUTODETERMINACIÓN EN LA CONSTITUCIÓN". Para algunos evolucionar es retroceder en derechos.

Interpretaciones sesgadas que van desde el Pdte. Wilson hasta la ONU no sirven para anular la libre determinación popular. Hay que recordarlo sin complejos.

No queremos que nos impongan como y con quien tenemos que vivir.

2 comentarios:

  1. Soy independentista, odio la violencia y el nepotismo cutre y la mediocridad. No tengo partido que defienda la autodeterminación con la intención de ser independientes un dia. Las democracias inglesas y canadienses lo permiten. Son viejas. Y a este paso, en poco tiempo, nos diluiremos como un azucarillo y no seremos nada, que es lo que los españoles quieren desde hace siglos, ahora mucho más fácil. Antes las migraciones industriales y ahora las bélicas, las hambrunas, las Del bienestar y las del cambio climático. Nos queda poco, y menos aún con los políticos y la política actual

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