DINASTÍAS (Por Cáustico)

Corren tiempos de falsa paz y estabilidad en el Ortutxato de la Comunidad Autónoma Vasca bajo el mandato de Pradales I y tras la defenestración de Iñigo El Llorado. Mientras, la Reina Madre, Itxaso, y su valido, Andoni el Insustituible, lo dejan todo a la eficaz supervisión del espía de la Corte, Andueza el Taurófilo.

Mientras tanto en el convulso Reino de España, el anterior Rey Juan Carlos I el Beduino pone en un brete a la monarquía instaurada hacía ya medio siglo por Francisco Franco El Exterminador. Por cierto, que llegados este punto debemos reflexionar sobre la excesiva plantilla de los Borbones en el puente de mando, es decir: Rey Emérito, Reina Emérita, Rey titular, Reina Infiel y Reinita Marinerita. Más el Espíritu de Franco sobrevolando. Puf… Demasiados ¿no?

Afectado como toda la familia por el síndrome de no parar quietos y coger aviones al tuntún, Il Padrino vuela constantemente de Abu Dabi a Sanxenxo y viceversa y de Ginebra a Madrid ida y vuelta en el avión privado de su médico sin mostrar síntomas de agotamiento, a pesar de estar muy cascado por su intensa vida de dedicación a la patria o sea eyaculaciones fuera de tiesto, regatas amañadas, banquetes y otros puteríos, todo ello gracias a la tolerancia de su querido pueblo español. 

Fruto de ese esfuerzo y viendo próxima la hora de ser designado para ocupar su lugar en los Cielos ha dejado todo atado y bien atado con una fundación opaca para que la dinastía borbonera, amén de los marichalares y urdangarines (poco amigos del trabajo vulgar) disfruten de sus ahorrillos. Porque Hacienda somos todos, pero dicen que este tipo trajo la democracia al Estado español en 1975 y en 1983, o sea dos veces. Encima no le vas a cobrar impuestos.

Al mismo tiempo que se conocía esto también salían a la luz dos fotos de quien era primer español por aquellos tiempos dándose un morreo con una vedette de la época, concretamente con aquella chica de la tele de la que decían que tenía las piernas más largas de España.

Curiosamente la hipo-crítica sociedad española puesta a elegir entre tan amplio abanico de micciones reales a la cara opta por chismorrear sobre el fideua que le preparaba la domadora antes y después de cada real polvo. Ahí están cadenas de televisión y periódicos comentando la jugada, pensando “a lo bajini” qué machote era el tipo y poniendo los dientes largos a los machirulos casposos por la envidia de perderse entre tan excelsas piernas, mientras los curritos veían en el Telediario y entre chorretones de baba admirativos que ese mismo día Juan Carlos I, el Salvador, había visitado el cuartel de tal sitio o se había tropezado contra una puerta de cristal trasparente como demostración de campechanería.

De los millones que debería haber pagado a Hacienda, aparte de la calderilla que soltó para que le perdonaran cosillas, del dinero de comisiones acumuladas aprovechándose de su cargo, de las posesiones en el extranjero no declaradas, del dinero público gastado en protegerle de sus líos y de sus juergas y de la cesión sin impuestos del botín del bribón a sus queridas niñas y sus queridos nietos y nietas, de eso no hablan tanto porque no tiene morbo. Lo mismo que le consideraron Santo Súbito por su participación en el 23-F no como golpista sino como contragolpista, tiene cojones, ahora callan y acatan la trama financiera del clan de los borbónidos sólo hablan de las pijotadas propias de un sátiro y no de las de un sátrapa. 

Y recordemos que en el Bilbao de nuestros amores ya antes de disfrutar de los éxitos del hábil atutxista Juanmari tuvimos otro alcalde que bebía los vientos por Juan Carlos I en cada vista que nos hacía y nos vendía sus comidas, charlas, bromas tontas y risas con él como señal de respeto, mientras que el tal alcalde no hacía migas para para nada con nuestro entonces Lehendakari, Juan José Ibarretxe. No son ganas de tocar las narices, es Historia y la Historia a veces pone a cada cual en su sitio. Lo mismo que es ya Historia que también en Bilbao Juan Carlos I pidió a varios políticos que echaran de Ajuria Enea al de Llodio. Ahora el hijo del heredero de Franco le ha cogido el gusto a a la Villa de Don Diego y, para agasajarle, ya tenemos al corregidor Aburto, de los Rique de toda la vida.

Vergüenza ajena.

Moraleja: Aunque ahora unos se acomoden como el rey del mambo en Sabin Etxea o en la Casa Consistorial, la Historia les juzgará y quienes le hacían la pelota les crucificarán un poco. Pero que les quiten lo “bailao” y, visto lo visto, los percebes y el Godello Monterrei.

NOTA : Este artículo se ha escrito en memoria de Benito Pringadillo, otro vecino de Sanfuentes quién fue fiel a su esposa todo el tiempo, educó bien a sus hijos, vivió de un sueldo justito y pagó religiosamente a Hacienda toda su puta vida sin rechistar.