SENSACIONES Y REALIDADES (Por Cáustico)

Todos hemos oído alguna vez a algún ciclista decir “hoy tenía buenas sensaciones al  salir y he ganado la etapa”. Una mezcla desconocida de percepciones sensoriales e intuición.  Sensaciones. 

Flota en al aire una extraña sensación de crispación, quizás desde la pandemia famosa, que nos hace más irritables, más violentos o  miedosos, o simplemente más raritos. Se nota en el día a día, en la calle, en el coche y en los medios. Una sensación de que el tiempo pasa, mi vida es sólo mía, yo soy la hostia y tengo la hostia de derechos que ejercer y si alguien me toca las narices me lo cepillo. Eso es una sensación que sólo se puede manejar con autocontrol y respeto o con ansiolíticos o apuntándose a boxeo tailandés. 

Hay otra sensación cada vez más acusada que es la de inseguridad. La alta especialización de los delincuentes, su número cada vez mayor y descontrolado,  y la percepción de que si confías en la justicia lo tiene realmente jodido, hace que tengamos cierto yuyu de que nos entren en casa a robar, que nos la ocupen, que nos atraquen en el portal, que nos secuestren al niño, que nos estafen por teléfono o por Internet  o que nos metan un navajazo en un local de ocio o en la calle. Todos conocemos a alguien que ha experimentado algún hecho traumático de éstos  o nos lo han hecho a nosotros alguna vez. 

¿Y en la CAV hay razones para estar acojonadillos? Pues hombre, si comparamos los ratios de actos violentos con otras ciudades como Johannesburgo, Tijuana, San Pedro Sula, Filadelfia, Estocolmo o Ámsterdam, pues estamos de puta madre. Pero ese argumento no vale. Un negocio que va mal no se levanta diciendo que los demás están peor. No señor. El progreso se mide también en calidad de vida y uno de sus componentes es la seguridad. No la sensación de seguridad.  

O se pasa de la política o juzgas lo que dicen los políticos. Y los que no pasamos de la política porque las decisiones de los políticos o su inoperancia nos tocan el bolsillo o la moral, pues analizamos lo que nos cuentan. Que a veces aciertan. 

Y esta semana el Consejero de Seguridad ha dicho dos cosas a las que se les puede sacar punta hasta con un cuchillo de sierra. 

Por un lado quiere dar cremita cicatrizante sobre la sensación de inseguridad que percibe la ciudadanía y por otro quiere mejorar la imagen de la que está llamada a ser la policía integral de la CAV en el futuro, o sea la Ertzaintza.

No me arriesgo a comentar aquí lo que opino al respecto del funcionamiento de  dicha institución, sus mandos y sus miembros. Al ser para mí terreno desconocido, con sensación de oscuridad, corporativismo, sindicalismo irritado y denuncias públicas de sus debilidades (Algo que no es bueno que lo sepan los malos, que ya les protege bastante la justicia) calladito estoy mejor y doctores tiene la Santa Madre Iglesia (supongo). 

Soslayado tan espinoso tema, me centro en la idea de cambiar la imagen, algo que sugiere que ahora no es buena. ¡Oiga, lo dicen ellos! ¿Y cómo lo soluciona la Consejería? Cambiando los uniformes, que es lo que hizo el Lehendakari López con un éxito de la hostia como todos sabemos. 

Pues qué quiere que le diga señor Zupiria. Aunque sea un poquito coger el rábano por las hojas, leyendo eso mi sensación es que me toman por tontito por si voy y me lo creo. Es evidente que habrá muchas más cosas que hacer, que Vd. no cuenta porque son la receta de la abuela o quizás, y ojalá no sea así,  porque no tienen muy claro lo que necesita la Ertzaintza para mejorar o modernizar su imagen. O sí lo saben pero está complicado. 

La Guardia Civil, que por cierto mantiene con ciertos estamentos de la policía vasca una cariñosa relación tal y como vimos en los homenajes que se hicieron mutuamente yendo de un cuartel a otro, no cambia de uniforme y su imagen en el estado español es excepcional. Ya que en breve los del Duque de Ahumada van a celebrar en Vitoria (sic) un acto en el centro-centro, pues hablen entre ustedes (como el pasado jueves en Bilbao centro-centro en el transcurso, con total “normalidad”, de la “Expo 200 Aniversario” del Cuerpo Nacional de Policía). La veteranía es un grado y además, asumamos que desarticulan en la CAV muchas más bandas de delincuentes e incautan mucha más droga por ejemplo que nuestra policía. A lo que voy, si a mí me quita la sensación de inseguridad un señor vestido de rosa chicle no me supondría ningún trauma,  pero no es ese el problema, me temo.